jueves, 26 de marzo de 2020

A Judas Tadeo


San Juditas. Te buscamos
entre el gentío en otoño,
entre el espeso humo gris
de las castañas asadas.

Veo un hincar de rodillas
bajo el atrio, pellejo amarillo
cubriendo esqueletos penitentes
rogando por un trabajo.

Hermano del peregrino:
serviste bien, ahora
camina solo hacia las
llamas redentoras.

Veo cumplido el ruego;
un tiempo que gotea
desde muñecas abiertas
encharcando el mundo.

La llama de tu frente
se extiende amplia
sobre los templos
como sobre la tierra un día.

Veo rabia contenida
en fantasmas enclaustrados,
relojes que se quiebran
a golpe de tambor.

No nos sirve la higuera.
No se enternecen sus ramas,
ni se caen sus hojas
cuando el verano se acerca.

No habrá castigo severo
para los hipócritas.
Pero habrá llanto como
habrá crujir de dientes.

Tras todo, me veo sentado
llorando sobre ruinas cenicientas,
clavado tu viejo sueño en la sien
con clavos plateados.

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