domingo, 13 de noviembre de 2016

Quimera

Poema finalista en el XV Certamen de Creación Joven del Ayuntamiento de Sevilla, del año 2016. Quimera es el resultado de combinar dos poemas sin aparente relación y su división en tres partes (Introito, Sequentia y Communio) que se corresponderían con las partes primera, central y última de la estructura de una misa de réquiem. 

Introito
Como recuerdo el océano vivo,
así recuerdo lo que jamás tuve.
La complicidad sin marco en el tálamo,
la parquedad de palabras
intercambiadas entre coche y coche,
a dos calles de la pérdida de la inocencia.
Como recuerdo el mar, chapoteando,
trotando en la marea (que parecía
contenible y terca, pero nunca
divina) y sin embargo chillar
a la nuca de una diosa submarina
y cielos, absolutos,
críticos ante el imberbe en proceso
de deconstrucción.
Las playas temibles de arena cadavérica,
los restos de miles de seres
en tormenta se levantaban con el viento
y abandonaban el reposo para ser voz
de sacerdotes de templos a Heylel.

Sequentia
Y son los cielos quienes recitan salmos
e imparten la misericordia
sin prefijos morales,
en un danzar cumulonimbo
antes de la esmeralda occidental,
antes del surgimiento, una vez más,
del plano ortogonal a la deriva.
Oh, horizontes, así recuerdo yo el océano,
furioso y modesto, transporte de apatía
hacia el más allá de los parques,
las conchas, el oro,
el parvulario, la negación prematura,
las insistencias malditas.
De repente, la verdad impertinente,
y te deseo,
y una ristra de amantes incapaces
en primera línea de visiones de playas-espejo;
de repente tacones caminando
sobre los respiraderos del metro,
que se encallan en las vías del tranvía,
en las alcantarillas, en la gramática
sistemática e inconclusa, en charcos
de pegajosa resina. Lamento, porque recuerdo,
y tú también recuerdas.
Soy violencia de clase y amor trasgresor.
Será, y será mañana, el recuerdo del mar,
del bello desorden, moreno,
de lunaritos en la nariz;
sal, resoplo salado, bendición
en la cara, en el borde de la cama
y recitar versos (jugar a este juego,
juguetear en el borde de la cama).
Como recuerdo prometer morir
si eso te hace estar menos triste.
Pero morir contigo,
morir sólo si tú también mueres,
como Antíclea o nada; y agradecer
esta enseñanza encendida,
como las íes de los ismos,
como la plata vertida
sobre Sur o Grecia, tantas disculpas
y tristezas, como los cielos de Marga,
salpicados, salados,
directamente del seso a la boca.

Communio
Feliz año nuevo:
un racimo de posguerra,
en apariencia.
Pero la paz es tránsito
y el dolor es estado.
Pululan enjambres de condescendencia,
la sangre se estanca,
hay orugas procesionarias
que manifiestan deseos de concordia
entre garrotes y nucas
y orejas y motocicletas estrelladas.
Uno se cubre con manto anodino,
vacuna que ensalza
la bondad y brillantez del patriarca plateado.
Orugas procesionarias,
que titilan sobre el suelo enlosado
mientras alzo las uñas
para tocar una cara que ya no es cara,
sino polvo óseo venenoso y blanco.
Una alegre textura
la de la mano macabra
que lleva, poco a poco, a la cama.
Una estatua con altavoces
que emiten un latir trascendental,
oscuro y terrorífico
que en vez de expandirse se empequeñece
en forma de ondas hacia el pecho
y reduce –el año nuevo-
mi latir
a simple ruido pomposo y desesperado.

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